TERNURA PARA EL GUAYABO COLECTIVO
- Juan David Vargas
- 25 may 2017
- 3 Min. de lectura

Quien tenga la oportunidad de leer o escuchar el título que antecede esta breve reflexión se preguntará con cierta benevolencia hacia su autor, ¿qué es eso de guayabo colectivo?; ¿para cualquier guayabo no es bendito una cerveza en ayunas?; ¿qué tiene que ver la ternura con un guayabo?. Ante estos interrogantes permítaseme citar al inexorable pensador colombiano Estanislao Zuleta que, en su inagotable tarea como autodidacta, razonó con impecable claridad que la guerra aunque tiene matices deplorables y condenados socialmente, también contiene en sí misma una dosis importante de beneplácito de la sociedad que la entiende como el medio para alcanzar los fines que considera superiores en la disputa. Al respecto señala cómo ésta termina por sumir a la sociedad que tiene por base en una especie de delirio grupal, de borrachera colectiva, estrechando lazos dentro de la comunidad que se concretan en un enemigo común que es necesario destruir y que como en toda borrachera termina por unir a sus intervinientes en actos de camaradería y fraternidad que sin la presencia del alcohol serían imposibles de aparecer.
Es aquí donde debe decirse con franqueza que Colombia es de lejos el país con la borrachera más larga en el hemisferio occidental, y habrá quien diga que su tendencia a ahogar en alcohol los problemas se debe por ser tercermundista, y otros más osados señalarán su carácter de caribeño y ahí creerán hallar el porqué es tan proclive a mamar ron como dicen los aborígenes. Pero el proceso de paz (o de desintoxicación para respetar el lenguaje utilizado) que se adelanta en Cuba por parte del Gobierno nacional y las FARC, como los más notorios animadores de esta borrachera, ha de culminar fatalmente en un guayabo colectivo de magnitudes gigantescas proporcionales a una ingesta de más de medio siglo de alcohol. Intentar proponer una receta de desenguayabe es el único objetivo que guía lo que diré.
En primer orden creo oportuno advertir que un proceso de desintoxicación como el que planteará un eventual guayabo colectivo al cierre de las negociaciones bilaterales de Gobierno y guerrilla merece un tratamiento especial y riguroso si lo que se desea es que el país no vuelva a emborracharse. Merece además que todos quienes animaron la fiesta y disfrutaron el espectáculo también animen el nuevo escenario que plantea su ausencia. La sociedad colombiana debe aunar esfuerzos en favor de concretar la paz estable y duradera que se promete con la firma del acuerdo, en las casas, en los colegios, en las universidades, en todos los espacios donde se ha reproducido la borrachera de una u otra forma, esto a través de la concreción de acciones precisas encaminadas a propiciar el pretendido desenguayabe. Debemos los colombianos comprender que en esta borrachera mayúscula todos tenemos responsabilidades y retos por asumir.
La receta que da un médico para este tipo de procesos es tan sencilla como contundente y la que propongo es en ese sentido. Debemos tomar ternura para aliviar ese guayabo colectivo y superar el estado de barbarie en el que la violencia nos ha sumido. Y aquí se hace necesario mencionar lo que Luis Carlos Restrepo en El derecho a la ternura define como el factor común entre las formas de violencia que no es otro que la necesidad de querer anular la singularidad ajena. Anular esa singularidad que nos molesta por diferente es lo que nos ha empujado a vivir en guerra por más de cincuenta años, dejando a millones de muertos en el camino, miles de víctimas directas e indirectas, otros tantos hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos, indígenas, y un sinnúmero de individuos singulares que han tenido que vestirse del personaje que llora cuando los demás se emborrachan en felicidad.
Respecto a esta última, la felicidad, se muestra pertinente referir una reflexión del famoso sociólogo Zygmunt Bauman cuando se preguntaba ¿Qué hay de malo en la felicidad? y encuentra que la sociedad posmoderna ha perdido algo que hacía feliz a las personas como lo era el intentar por sus propios medios superar un obstáculo indómito, que para la situación planteada es el superar un conflicto armado de tan vieja data, de tan intrincadas circunstancias y de muchas variables más. Ante este obstáculo tan abismal como lo es superar la borrachera más grande del mundo con su consecuente guayabo proporcional se hace necesario ofrecer ternura, sí, ternura. Ternura para quienes en su borrachera cometieron errores y ahora quieren adentrarse en la práctica democrática. Ternura para quienes en la borrachera hirieron en su afán por anular singularidades que consideraban antagónicas. Ternura para todos quienes de una u otra manera estarán en ese anhelado desenguayabe.
Es a través del respeto por la singularidad del otro, de ser tiernos, que podremos superar un guayabo tan fuerte, porque quienes anuncian con bombos y platillos la venida de la paz como una consecuencia inequívoca de la eventual firma del proceso adelantado en Cuba olvidan que después de la borrachera no viene el alivio sino el guayabo.
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